martes, 15 de noviembre de 2011

Blackbird

Sus ojos están ahí. Esta vichyssoise de verborrea no es, sino para encantarte. Descuelgas los sentidos y los llevas a donde no deben. Buscas y encuentras. Desconcentras. Si no fueramos tú y yo, ¿de que serviría todo esto? Que de un zarpazo te arañe el corazón y te deje sin aliento. No puedes pretender estar así toda la vida. Solo esperas a que surja el momento. Inútil si solo escribes frases inconexas. Deberias aprender a volar. ¿Qué escriba un libro? Vale. Esta será su primera y última página.

Before I forget

-Eres de esas que no aguantan las despedidas y lloran como una magdalena. De vez en cuando, te gusta mirarte al espejo y quejarte de vicio. Sabes que después de estar conmigo te ves la chica más preciosa del mundo, por culpa de esa sonrisa de tonta.
-Continua.
-No aguantas ver el sufrimiento de los demás. Adoras los gatos y tienes una debilidad especial por la parte de abajo de las tartas, la de la galleta. Tu comida favorita son los canelones y detestas el marisco. Te gusta el olor a lavanda y pasas la mano por las flores cuando caminas por el campo para conservar su aroma. Siempre te han gustado los chicos malos de las peliculas. En cuanto tienes ocasion, cojes un libro y te marchas a cualquier banco perdido de Madrid para ponerte a leerlo. Las historias de miedo hacen que tu adrenalina se dispare, y eso te encanta, pero por la noche miras hacia la entrada de tu habitación y les pides a tus padres que te dejen las luces del pasillo encendidas. Tienes un miedo terrible a la oscuridad, porque te quedaste encerrada en el ascensor cuando eras pequeña. No sabes dormir sin tu osito de peluche y sin escuchar el sonoro tictac de tu reloj de osos. Cuando eras pequeña, y ya no tan pequeña, tu despertador era una gallina que se paraba si le dabas en la cabeza. Siempre te había hecho gracia, pero nunca tuviste que usarlo hasta que entraste en el instituto y los despertares de tus padres no eran suficientes como para arrancarte de las sabanas.
-¿Alguna cosa más?
-Tu color favorito es el rosa, aunque tienes debilidad por el azul claro y el morado.
-Eso lo sabe todo el mundo.
-Y cuando se te cae una pestaña, encuentras un molinillo o un diente de león, siempre pides el mismo deseo, aunque no se lo has contado a nadie, porque dices que si lo haces, no se cumpliria. Adoras las peliculas empalagosas y quedarte leyendo toda la noche. Eres competitiva y orgullosa. Y cuando pierdes, te enfadas, aunque no te gusta que la gente lo vea. Tienes las mismas arrugas de la risa que tu madre, pero los ojos son de tu abuelo. Te gusta contar, orgullosa, que murió por defender el Madrid republicano de los años trentaymuchos. Pero claro, de politica ni hablemos. Tu cara de indignación es la más graciosa de todas.
-Ya.
-Mirar la luna es una de tus actividades preferidas por la noche. Cuando te escapas de casa, no sueles ir muy lejos. Te sientas en el banco de la esquina a esperar que se te pase el enfado. No aguantas que se te oculten cosas y menos, que te dejen con la miel en los labios.
-Cosa que tu me haces mucho.
-Porque sabes que te encanta que te haga de rabiar.-Sonrió.- ¿Y bien? ¿Es suficiente?
-No.
-Vale. Te gusta ir de chica mala, pero sabes perfectamente que eres más dulce que una tarta de membrillo. Cuando un libro te cansa pierdes el interés y lo dejas a un lado, pero le dices a tu madre que ya lo has leido entero, para que te compre más. Te gusta llevar bolsos pequeños y conjuntables, para que te quepa todo, incluso el paraguas. Odias las botas de cuero, porque te recuerdan a cuando tuviste el accidente con tu caballo. Te gusta pensar mientras vas en el coche, mirando el paisaje. Te encanta cantar a voz en grito, a ser posible, en inglés, porque te gusta como suena tu acento español que va desapareciendo poco a poco. Si no duermes siesta por las tardes, no rindes en el estudio y aunque no lo parezca, te gusta la musica metal más que cualquier otra. Tu pintauñas favorito es el azul claro, aunque todo el mundo piensa que prefieres llevarlas de rosa, porque es tu color. Puedes llegar a ser muy ñoña si te lo propones y eres incapaz de hacer daño a la gente a proposito. Siempre llevas más llaveros que llaves. No te gusta tener que hacerte peinados por las mañanas y no te pintas nunca, porque piensas que estás mejor al natural. Cuando tenías once años te leiste el diccionario entero. El sitio más bonito al que has ido está escondido entre un montón de arboles, en otoño, junto a un monasterio del norte. Solías decirme que querias llevarme allí algún día. No puede pasar un día sin que sonrias. Te encanta el teatro clásico. Es uno de tus vicios, junto a la mitología. Odias que te hagan esperar, pero tu siempre llegas tarde. Apuras al máximo en la cama y no puedes vivir sin la cuidad de la que estás enamorada, Madrid. Por eso lo pasas tan mal en verano.
-¿Cómo sabías lo del diccionario?
-Me lo contó un pajarito.- Se dibujó media sonrisa en su cara.
-Gracias.- Sonrió.
-De nada, pequeña.

Curse my name

El pequeño payaso pierrot se arrodilló junto a la señora, dejandose caer sin mirarla a los ojos.
-No he podido encontrar nada más, -dijo temeroso y atragantandose con sus palabras.- Lo siento muchisimo, mi señora.
Ella se rió entre dientes Chasqueó los dedos y un criado con cara de indiferencia le tendió una bandeja de plata con un brillante cuchillo. La cogió y miró como la tenue luz de las antorchas relucía sobre su filo.
-Vaya... ¡una pena!- contestó secamente, empuñando el cuchillo.
El niño miró temereso como sujetaba el arma que iba a quitarle la vida. Cuando la señora atravesó limpiamente su estómago, abrió mucho los ojos y un pequeño hilo de sangre se resvaló por la comisura de sus labios. El cuerpo inerte cayó al suelo. La majestuosa mujer sonrió para si, volvió a dejar el cuchillo en la bandeja y pidió entre dientes que se llevaran el desecho que había caido a sus pies. Se sentó en su silla de terciopelo rojo y se mordió el labio. Hizo pasar al siguiente. Se le estaba resistiendo y no podía ser así. Un encapuchado entró en la estancia. Solo podía apreciarse la capa de terciopelo negro que le cubría de la cabeza a los pies, pero por sus movimientos y sus manos, pudo preever que se trataba de una mujer joven. Se quitó la capucha. Sus facciones aniñadas quedaron a la vista. Llevaba todo el pelo rubio ceniza recoido en un pulcro moño alto. Una delicada sonrisa se entrevió en ese rostro que parecía no haber roto un plato. Sus carrillos sonrosados y una nariz pequeña completaban el rostro perfecto. Entre las manos llevaba un cofre de madera tallada con motivos vegetales. Se inclinó ligéramente delante de ella con una reverencia. Abrió el cofre con cuidado.
-No está mal- dijo la señora.
-El corazón de una joven virgen, aún latiente. No es el de él, pero tenemos la certeza de que no volverá a besar a su amada.- Rió por lo bajo.
La sonrisa de la señora se hizo más grande.
-Me encanta- La tendió la bandeja de plata.- Tendrás el honor de hacerlo tú misma.
La pequeña agarró el cuchillo y sin dudarlo un momento, en vez de clavarlo en el órgano se lo clavó a su señora en el estómago, y no pudo articular palabra antes de expirar. Elodie extrajo el arma, la limpió con la capa y se la enganchó en el cinturón. Salió de la sala despacio, tirando descuidadamente al suelo el cofre con el corazón, su corazón.

All I want for Christmas is you

Ella adora su cuidad en Navidad y él lo sabe. Por eso ha decidido llevarla al centro, a ese mercadillo que tanto le gusta. Las luces casi consiguen cegarles al salir del metro. Ella se pone su gorrito nada más notar el viento en la cara. Odia el frio. Pero en cambio él le encanta. No se dan la mano, ya no. Antes si lo habrían hecho, pero ya no. Las cosas han cambiado, ¿verdad? Sin decirse nada caminan uno al lado del otro bajando la Gran Via a pasos pequeños, como si quisieran que esa tarde no acabara nunca. Se sonrien, cuentan tonterias, bromas. Ella le pega en el hombro por un comentario tonto que ha hecho, pero aun así no puede evitar soltar una pequeña risita. Siguen descendiendo la calle, sin parar de sonreir. Se paran en un semáforo en rojo. Cara a cara, mirandose a los ojos siguen hablando. Cada vez están más cerca. Un inoportuno pitido les dice que deben continuar su camino. Llegan hasta esa plaza siempre tan concurrida y se acercan a ver que tienen los puestecillos. Uno por uno, los pequeños ojos de ella van analizando cada rincon de los mostradores. Encuentran uno con cosas que de las que le gustan a él, todas de ese color. Se rien pensando como estaría ella con esa ropa. Muy graciosa seguro. Encuentran otro, lleno de gorros. Gorros de todos los tipos, formas y colores. Empiezan a probarselos, a ver quien gana poniendo la cara más divertida delante del espejo y como suponian, ha ganado él. Ella estalla a reir mientras se inclina a por uno de color verde azulado. Él se inclina a su lado. Sus mejillas están muy cerca, se rozan. Demasiado cerca. Se vuelven a separar, para disgusto de ambos. Cuando no les quedan más puestecillos que ver se sientan tranquilamente en un banco. Siguen hablando, de todo y de nada. Ella se sonroja y baja la mirada a cada cumplido que dice él, maquillado entre indirectas. Desgraciadamente llega la hora de irse a casa. Vuelven a subir la calle, disfrutando de cada segundo. Otro semáforo. Ella ya no aguanta más, se acerca a él. Mucho, muchísimo. Él la recuerda lo dificil que es para ambos estar así de cerca. Le besa. Un beso suave en los labios. Él se lo devuelve, aumentadolo. Se separan, ella le mira a los ojos y sonrie. Vuelve a la carga. El semáforo ya está en verde, pero les da igual. Se quieren, para que mentir. Para que, incluso mentirse a si mismo. Él la quiere. Mucho. La abraza, la besa. Como la ha echado de menos. Para ella la palabra querer se queda corta. Siguen besandose hasta que se dan cuenta de que el mundo sigue a su alrededor. El la coge de la mano y llegan al metro.